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viernes, 24 de abril de 2009

'El Chapo': Carmen Aristegui F.

'El Chapo'
Carmen Aristegui F.
24 Abr. 09

El rostro más conocido de la delincuencia organizada en México está de nuevo bajo los reflectores. Se acababa de hablar de él por la aparición en la revista Forbes entre los más ricos del mundo. Ahora son las declaraciones de un prelado. Que Joaquín El Chapo Guzmán, el narco más famoso de México, vive o ha vivido en Durango -por Los Tepehuanes, cerca de Guanaceví- como dijo el arzobispo de Durango es, en efecto, vox populi, pero no sólo eso. Informaciones periodísticas han dado cuenta -por lo menos desde 2007- del paradero del prófugo, se supone, más buscado del país. Destaca la crónica de Patricia Dávila en Proceso en septiembre de ese año sobre la boda de El Chapo Guzmán con la joven Emma Coronel. Ahí se conocieron pormenores del enlace de quien, para entonces, ya había cumplido un sexenio entero de haberse fugado del penal de Puente Grande. La fuga mayor que inauguraba así -en materia de seguridad y justicia- al gobierno de la alternancia. Salvo el desmentido del entonces subprocurador de Sinaloa Higuera Bernal, negando su presencia en el festejo, no hubo versión oficial en contra de que la ceremonia se hubiera realizado, ni de que hubiera ocurrido ahí, en pleno Triángulo Dorado: la estratégica zona que conecta a Durango, Chihuahua y Sinaloa.

Lo último: el hallazgo de los cuerpos sin vida de los tenientes José Antonio Cabrera y Jesús Sánchez, en un poblado cercano al señalado por el obispo como el lugar en donde habita El Chapo, lo mantiene en la escena en algo estremecedor. El letrero que habría acompañado los cuerpos tiene un tono desafiante tan directo -"Con 'El Chapo' nunca van a poder ni sacerdotes ni gobernantes"- que algunos dicen que no fue él, sino los adversarios para "calentarle" la plaza a Guzmán. Vale la hipótesis, si nos atenemos a que las ejecuciones, enfrentamientos, levantones y operativos no dejan de ocurrir en Durango, un día sí y el otro también. Desde hace un año, por lo menos, los Beltrán Leyva, junto con Los Zetas, le disputan a El Chapo los municipios del estado. Hace casi un año, por ejemplo, quedaron regados más de 15 cadáveres sobre una carretera después de un enfrentamiento. De entonces a la fecha ha habido más de 30 decapitados. Pobladores, incluso, han abierto zanjas que rodean al pueblo para evitar a los grupos armados. De nada les ha valido. La guerra está declarada.

Heredero de Miguel Ángel Félix Gallardo (detenido y procesado a fines de los ochenta), Guzmán Loera fundó por su cuenta el Cártel de Sinaloa sentando su plaza principal en Culiacán. Entró en disputa con los Arellano Félix quienes, a su vez, crearon el Cártel de Tijuana por aquellos mismos años. De los cruentos enfrentamientos que protagonizaron, quedó para la historia el ocurrido en mayo de 1993. Armados hasta los dientes, se liaron en la balacera que terminó con la vida del cardenal Posadas Ocampo en Guadalajara. En la versión oficial se dijo que habían confundido a El Chapo con el cardenal. Fue detenido en Guatemala, en junio del mismo año, por delitos contra la salud. Ya su rostro nos era familiar.

Después de su fuga en 2001, que hubiera ameritado una cadena de destituciones que no ocurrió, El Chapo reorganizó su tarea criminal y fue tomando fuerza hasta encabezar a la organización más poderosa de tráfico de drogas de México con amplias redes en Sudamérica, Centroamérica y Estados Unidos.

El Chapo es ya casi una celebridad. Su fuga, su crecimiento y su permanencia en la escena criminal por todos estos años representan el más claro síntoma de incapacidad e insuficiencia gubernamental. Que existe, pero que no explica todo. Corrupción, complicidad y simulación en todos los ámbitos completan la ecuación. No sólo policías o militares que se pueden corromper. Una estructura mayor -que lo ha hecho posible a él y a cuanto capo tenemos- que involucra necesariamente factores de poder que los han permitido. El obispo Raúl Vera puso el dedo en esa llaga: la proliferación de bandas criminales se debe a que una parte de la estructura política en el país tiene nexos con la mafia. "No podría estar el narco en el nivel que está si no tuviera el apoyo desde la estructura política", dijo. Y tiene razón. Para efectos prácticos El Chapo es un símbolo de todo ello.
kikka-roja.blogspot.com/

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